Y tú, ¿tomas aceite de palma?

Vivimos un momento ciertamente convulso en lo que a alimentación se refiere. Por un lado, disponemos de muchísima información para saber qué debemos comer y qué no; cantidades, aditivos, campañas de salud, etiquetados obligatorios… Por otro lado, el bombardeo incesante de las grandes industrias alimentarias con agresivas campañas publicitarias, hace que nos entren por los ojos productos que les revierten enormes beneficios económicos, inversamente proporcionales a los beneficios para la salud que recibimos los consumidores.

Lamentablemente, y por razones económicas, entre otras, muchos se decantan por productos poco saludables, que son de muy fácil acceso y nos solucionan el carro de la compra. Estos productos son aquellos conocidos como «procesados». Basándose en productos de consumo habitual y diario, tales como: leche, huevos, cereales, carnes… se procesan junto a aditivos para que sea más barata su producción y su conservación se pueda prolongar en el tiempo lo más posible, aumentando de manera exponencial su productividad. Pongamos un ejemplo:

Antiguamente, una madre podía darle a su hijo una taza de cacao con leche para merendar. Esta merienda estaba elaborada con leche de vaca 100% natural, sin procesos químicos ni aditivos. El cacao era natural también, elaborado con manteca de cacao, cacao en polvo y azúcar. Hoy lo sustituyen con un batido de chocolate, o el típico cacao soluble, no daré marcas. Estas bebidas están elaboradas con leche en polvo desnatada, lecitinas, edulcorantes artificiales, altas dosis de azúcares, vitaminas añadidas de origen químico, antiapelmazantes, emulgentes, conservantes, colorantes, aromas artificiales… la lista se antoja interminable.

Es realmente difícil y caro conseguir leche lo más fresca y natural posible, lo mismo pasa con el cacao, a mayor pureza, mayor es su precio. De esta forma, elegimos sustitutos procesados plagados de aditivos, que nos resultan además, tremendamente atractivos y adictivos.

Uno de estos aditivos está presente en la mayoría de los productos procesados, sobre todo en dulces y bollería industrial y masas precocinadas y/o congeladas. Hablamos del aceite de palma.

¿Qué es el aceite de palma?

Es una grasa de origen vegetal que se extrae del fruto de la palma Elaeis Guineensis. Es el segundo aceite más producido en el mundo, después del de soja. Esta grasa, en crudo, es fuente de vitaminas A y E. Además, es la materia principal en la producción de biodiesel.

¿Cuáles son sus usos en alimentación?

El aceite de palma se utiliza: bien para freír, en la elaboración de cremas y helados, mantequillas, elaboración de platos preparados tales como pizzas, masas de hojaldre, bollería, pasta… Un uso muy extendido es utilizarlo como equivalente a grasas de cacao: bombones, coberturas, rellenos…

¿Por qué este aceite y no oliva o girasol?

Su bajo coste es la principal razón de su uso masivo en los alimentos procesados. Además, su temperatura de fusión, permite que permanezca de manera sólida a temperatura ambiente, manteniendo una textura cremosa y untuosa, muy apreciada para elaborar confitería.

¿Cuáles son sus efectos en nuestra salud?

Es una grasa muy rica en ácidos grasos saturados, directamente relacionados a enfermedades y trastornos metabólicos.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD), recomiendan evitar el uso de este tipo de grasas.

Uno de los ácidos grasos que encabezan el ranking de las peores «grasas malas» o saturadas es el ácido palmítico, principal componente del aceite de palma, vinculado a enfermedades metabólicas como la diabetes.

Como podemos leer en un artículo de «El Comidista», la EFSA ha publicado un informe donde, resumiendo, se habla de la toxicidad de algunas grasas al someterse a temperaturas superiores a 200° C, como es el caso del aceite de palma, para que dicho aceite pierda su color rojizo y mejore su sabor y olor.

¿Cómo aparece en el etiquetado de los alimentos?

Gracias al actual reglamento sobre el etiquetado de los alimentos en la UE, se ha evitado la ambigüedad que ofrecía el calificativo de «aceites o grasas vegetales». Como ya sabemos, hay unos mejores y peores que otros. Pese a la existencia de esta normativa, en vigor desde 2014, algunos fabricantes evitan mencionar este componente, o bien utilizan otra nomenclatura para causar confusión en el consumidor, que tal vez, ya conozca la mala fama de este aceite. Los otros nombres que podemos encontrar son: aceite de palmiste, grasa vegetal fraccionada, estearina de palma, palmoleina, manteca u oleína de palma, entre otros.

No os perdáis este enlace, donde podéis encontrar todas las marcas que utilizan aceite de palma en sus productos, además de una información ampliada de todo lo relativo a este aceite tan perjudicial para nuestra salud.

De verdad, no cuesta nada dedicar un segundo a mirar el etiquetado de los alimentos para saber lo que compramos y nos comemos. Ya sabéis que para estar bien, debemos empezar por los alimentos que vamos a tomar. «Somos lo que comemos», dicen…

¡Un saludo a todos, y a controlarse un poquito en las cenas y comidas de estas fechas!

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